Recuerdo evidente aquel viaje que realicé a Cuba. Fue una aventura fascinante. Desde el momento en que vi los coches antiguos en las calles de La Habana, supe que tenía que hacer algo especial con ellos. Se me ocurrió hacer un ejercicio fotográfico usando velocidades lentas para lograr un efecto de movimiento en el fondo. Quería capturar esos coches clásicos en movimiento.
Así que, armado con mi cámara, me adentré en las calles de La Habana. El día estaba despejado y la ciudad estaba viva con la gente moviéndose de un lado a otro y los coches pasando rápidamente. Me emocionaba la posibilidad de capturar toda esa energía en mis fotografías.
Comencé a experimentar. Acompañé el movimiento de los coches con un ligero movimiento de cámara para crear un efecto dinámico. Además, utilicé un diafragma abierto en algunos casos para desenfocar intencionalmente el fondo y resaltar aún más la sensación de velocidad y movimiento.
Recorrí el centro de La Habana durante varios días. Cada esquina, cada callejón ofreció una oportunidad única para capturar imágenes sorprendentes. Desde los coches coloridos y descuidados hasta los edificios históricos, cada elemento de la ciudad me cautivaba.
El viaje hasta llegar a La Habana había sido un poco agitado, desde Madrid a Santiago, pero valió la pena cada momento. Cuba es una tierra maravillosa y su gente es excepcionalmente cálida y acogedora. Me sentí verdaderamente inspirado por la belleza de este lugar y la oportunidad de explorar su cultura única.
Al final del viaje, tuve una colección de fotografías que reflejaban la esencia de La Habana y su encanto atemporal. Cada imagen tenía una historia propia, una historia que evocaba emociones y capturaba la magia de ese lugar.
Fue un honor poder vivir esa experiencia y compartir mi pasión por la fotografía en un entorno tan vibrante y lleno de vida. Cuba dejó una huella imborrable en mi corazón, y siempre recordaré aquellos días mágicos recorriendo sus calles con mi cámara en mano.
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